domingo, 10 de abril de 2016

La cocina italiana y la pizza en el Jubileo de la Misericordia. La peregrinación a Roma de los apóstoles de la Divina Misericordia de Albacete. La Misericordia, la manera de ser del cristiano


Cristina Sánchez Pedregal, apóstol de la Divina Misericordia de Albacete (España).
Jesús Misericordioso nos ha llevado a Roma, la ciudad eterna, y al Vaticano y a las hermosas basílicas de la Iglesia, siendo dóciles al impulso de renovación espiritual en este Año Santo de la Misericordia y al deseo de celebrar y ganar con el Papa Francisco, nuestro Jubileo de la Misericordia: el Jubileo de los Apóstoles de la Divina Misericordia.

Tiene ya para mí sentido este nombre de ciudad eterna con que es conocida Roma, porque lo he vivido: su monumentalidad y belleza, cuna de nuestra civilización y cultura, es arrebatadora, mires donde mires. Me ha seducido, completamente. Hasta me sentía plácidamente arrullada cuando nos describían y mostraban sus grandes encantos, contemplando a su vez las maravillas y esplendor de la Iglesia en el cumplimiento de su misión a lo largo de los siglos, guiada por el Espíritu Santo.
Saciada, absorta, confiada, segura, semi dormida... tal como un niño saciado en brazos de su madre, así estaba yo.

Y en el Vaticano, la Basílica de San Pedro, la Basílica de San Juan de Letrán, la de San Pablo; Santa María la Mayor... tantos lugares santos, los mártires de las catacumbas... nos hemos sumergido y hemos bebido en las fuentes de nuestra fe, constatando nuestra verdad de que somos piedras vivas, eslabones de una cadena a la que estamos ensamblados por la adhesión personal a Jesucristo, muerto y resucitado por nuestra salvación: nuestro Salvador y Salvador del mundo. Por amor a Él, que nos amó primero, formando su Iglesia que abraza a toda la humanidad.

Y siendo peregrinos, compañeros del camino, celebramos nuestra fe, nos apoyamos los unos en los otros, vamos caminando, guardando y cumpliendo el mandamiento de Jesús el Señor: amándonos unos a otros, como Él nos ama, con todas nuestras imperfecciones, miserias, calamidades a cuestas, pero con la confianza puesta en Jesús, nuestro amigo, nuestro hermano, que va por delante.

Hemos convivido y compartido mucho en esta peregrinación desde Albacete a Roma, del 29 de marzo al 4 de abril, organizada por el Apostolado de la Divina Misericordia de Albacete, especialmente para participar en el Jubileo de los Devotos de la Espiritualidad de la Divina Misericordia, que procedentes de numerosos países teníamos nuestro gran evento el día 3 de abril, con la Santa Misa del Domingo de la Misericordia, y el sábado, día 2, la Vigilia de Oración, también con el Papa Francisco en la Plaza de San Pedro.

Las Hermanas Obreras de la Cruz nos han hospedado y atendido en su casa, la Casa San Juan de Rivera, en la Vía Aurelia de Roma. Y todos los días teníamos una ruta muy intensa donde nuestro consiliario de la Divina Misericordia de Albacete, D. Francisco José Sevilla Calixto -D. Paco-, nos llevaba a los mejores sitios y nos lo explicaba todo. Perdí la cuenta de las veces que él nos iba contando, pero a él no se le perdíamos ni uno, ni una, ni media, ni nada.

El miércoles día 30 de marzo celebramos la Santa Misa en Santo Spirito in Sassia, el Santuario Oficial de la Divina Misericordia en Roma, donde nos unimos también a los demás fieles en el rezo de la Coronilla y la Novena de la Divina Misericordia.

La primera vez que oí hablar de la devoción a la Divina Misericordia fue en Madrid, hace ya unos tres años, en un encuentro de la renovación carismática católica. Me acerqué a un hombre joven, moreno, con barba, y le pedí oración por una situación personal y familiar para la que no encontraba consuelo ni esperanza, en una etapa de mi vida en la que aún iba echando las culpas a todo el mundo de las calamidades que me pasaban.
Él me miró, me escuchó y se fijó en la imagen de la Virgen María que llevaba conmigo, prendida en mi ropa, en mi pecho: María Auxiliadora. Y cuando terminó de rezar, me volvió a mirar y me dijo que yo tenía que rezar la Coronilla a la Divina Misericordia, y me preguntó si conocía a Santa Faustina Kowalska, la mensajera de la Divina Misericordia. Le respondí que no, y él repuso que es una Santa que yo tenía que conocer. Resulta que esta devoción ya estaba en mi ciudad, Albacete, pero yo no la conocía aún. Y realmente ha sido con la Divina Misericordia donde yo he encontrado verdadero consuelo y esperanza, y estoy firmemente convencida de que es el mensaje que el mundo necesita: la necesidad de confiar en Jesús Misericordioso, y en ser misericordiosos a imagen suya: dejar que Él vaya convirtiendo nuestro corazón de piedra en un corazón de carne, lleno de misericordia, de ternura hacia todos, empezando por nuestros más próximos.

Caminando por Roma, mi amiga Cristina -Cristina Sánchez Pedregal, arriba del todo, con la Divina Misericordia-, me hablaba entusiasmada de lo que el Papa Francisco nos había dicho en la Vigilia de Oración y en la Santa Misa: ternura, ser tiernos, ser misericordiosos... Nuestra conversación era, sobre todo, un canto y adoración al Señor Jesús que en su infinita e inconcebible Misericordia, -tenemos esta experiencia-, nos ha sacado de una vida que no era vida; de la oscuridad, a la luz de una vida plena, en la que realmente somos... y que la misericordia es, sobre todo, una manera de ser, mejor dicho: la manera de ser del cristiano: misericordiosos como el Padre. Nuestra manera de ser, como nos pide Jesús: llevar perdón, consuelo, ternura, comprensión, confianza... mirar a las personas como Él las mira a ellas, aunque nos parezca en muchos casos misión imposible, empezando por nuestros más próximos.

Del Diario de Santa Faustina Kowalska. Aquí vemos la necesidad de confiar en Jesús para recibir las gracias de su Misericordia.

Imagen de Jesús Misericordioso, con la oración: Jesús, confío en Ti. A la izquierda, Santa Faustina Kowalska. En Santo Spirito in Sassia.
San Juan Pablo II, que consagró al mundo a la Divina Misericordia. A su lado, la Virgen de Fátima. En Santo Spirito in Sassia.






Nuestra peregrinación desde Albacete a Roma y al Vaticano. Íbamos unos cincuenta.


Jubileo de los Apóstoles de la Divina Misericordia, procedentes de muchos países.
Nuestro consiliario de la Divina Misericordia, D. Francisco José Sevilla Calixto, con el Papa Francisco. Qué alegría. Cuántas gracias al Señor Jesús.







Cena en la Pizzería
Y disfrutamos de la cocina italiana durante el Jubileo de la Misericordia: de la pasta en sus diferentes variedades, principalmente espaguetis, ditalini y lasaña, y de la pizza.
A continuación, dos vídeos que grabé en la Pizzería "Navona Notte", vía del Teatro Pace, 44, Roma, donde cenamos el miércoles día 30 de marzo.



 
La pizza es una popular preparación italiana, de origen napolitano. Consiste en cocer en un horno de panadero como vemos en el vídeo, una torta de masa de pan guarnecida con un coulis de tomate adicionado con queso parmesano o mozarella, y con plantas aromáticas (orégano, albahaca), y ajo.
La pizza napolitana ha dado la vuelta al mundo, siguiendo el ritmo de las migraciones de los italianos. Existen numerosas variantes de pizza enriquecidas con hortalizas (fondos de alcachofas, guisantes, aceitunas, champiñones, pimientos, etc.), con rodajas de salchichón ahumado, jamón curado, filetes de anchoas, mejillones, gambas, etc.


Merienda de Miguelitos de La Roda
También, Pepe Ruiz y Pepi, su esposa, -José Ruiz Pérez y Josefa Villora López-, apóstoles de la Divina Misericordia de Albacete, nos invitaron a una merienda de Miguelitos de La Roda, en su tienda en esta localidad albacetense, antes de llegar a Albacete, al término de nuestra peregrinación.
Pepe Ruiz elabora, fabrica y comercializa este dulce exquisito, de hojaldre y crema, que cuenta ya con la Identificación Geográfica Protegida (IGP), porque son los Miguelitos de La Roda, únicos e inconfundibles.